
Disney intentó revivir TRON… pero Jared Leto la desconectó.
Jared Leto intenta reiniciar una franquicia legendaria… pero termina siendo otro bug en el sistema.
Ok, lo diré sin rodeos: Tron: Ares no me gustó.
Y eso duele, porque Tron es una de esas sagas que merecían brillar más en la era digital, justo ahora que la inteligencia artificial, los videojuegos y la tecnología están en su punto más alto. Pero esta nueva entrega de Disney se queda atrapada en su propio código, incapaz de encontrar esa chispa que hizo especial a la original.

El primer gran error tiene nombre y apellido: Jared Leto.
Su interpretación es monótona, plana, sin emoción. Es un actor con talento, pero aquí parece un androide sin actualización. Leto repite los mismos vicios que ya vimos en Morbius: una presencia aburrida, sin fuerza ni carisma suficiente para liderar una franquicia de este tamaño. Su actuación no destruye solo programas dentro del mundo digital… también destruye la emoción del espectador.

Por otro lado, la coprotagonista —la actriz de Past Lives, Greta Lee— es todo lo contrario: carisma puro. Es hermosa, talentosa y tiene una naturalidad en pantalla que se roba cada escena. Pero incluso con ella, el guion no ayuda. Este no es su mejor papel, pero deja claro que merece seguir creciendo en Hollywood, ojalá con historias que le permitan brillar de verdad.

La trama, tristemente, es donde el sistema colapsa.
A pesar de ser una historia relativamente simple, Tron: Ares logra enredarse hasta volverse confusa. Su ritmo es irregular: empieza con una promesa de épica digital, pero hacia la mitad se siente larga, pesada y tediosa. Cada giro parece innecesario, y lo que debería ser emocionante termina siendo… irritable.
Eso sí, visualmente no está mal. Los efectos son buenos, la ambientación tiene ese toque brillante y neón que caracteriza a la franquicia, pero se siente genérica. No hay escenas de acción memorables ni secuencias que te hagan decir “wow”. En una película que vive dentro de un universo digital, eso es casi imperdonable.

Y lo más triste: Tron: Ares tenía la oportunidad de conectar con nuestra época —IA, metaversos, dilemas tecnológicos—, pero no lo hace. En lugar de aprovechar ese potencial, se queda en una estética vacía. Luce moderna, pero se siente vieja. Como si Disney no supiera exactamente qué hacer con su propia creación.

Yo no había visto las películas anteriores, y después de esta… no me dieron ganas.
Tal vez vea Tron: Legacy solo por curiosidad, pero Ares no es el reboot que necesitábamos, ni el que esta saga merecía.
POPMAN, desde su esquina luminosa, lo resume mejor que nadie mientras tira sus palomitas al suelo digital:
“Si esto es el futuro del cine de ciencia ficción… por favor, desenchufen la consola.”



